lunes, setiembre 25, 2006

Mirar el mundo desde la locura


El sábado tuve la oportunidad de ir al Cinematógrafo de Barranco, acogedor espacio con un estilo único, donde se ofrecía algo tan tentador como "El gabinete del Doctor Caligari", una de las primeras películas del expresionismo alemán, con el plus de su musicalización en plena proyección fílmica, con sonidos tan atractivos y precisos, que encajaban perfectamente con los rostros de los actores y el paisaje tan abstracto por el que nos llevaba Robert Wiene.

La película explora esa zona gris entre la fantasía y la realidad y que dicho sea de paso constituye junto a los recuerdos, uno de los leit motivs de mi blog. Entonces, está de más decir que la película me encantó y la recomiendo (aún sin la experiencia sonora, no deja de ser imprescindible) porque más allá de la crítica al gobierno alemán asesino y al pueblo oprimido maniatado, reflejada en las figuras del Dr. Caligari y Césare, aborda las emociones humanas, nuestro yo interno, una visión que enfrenta a la razón cartesiana y que por medio de escenarios oblicuos distorsionados y expresiones faciales impresionantes nos deja conocer el otro lado de nosotros, lo que está en nuestra esencia, eso que escapa a una simple mirada exterior de las cosas, eso que sorprende y atrapa al alma, la que enmudecida se mimetiza con cada imagen y con cada acorde in crescendo al igual que cuando escuchamos una pieza de Mahler o miramos una y otra vez "El grito" de Munch.

Nota aparte es la inevitable recurrencia a una visión psicoanálitica de la película y si bien el psicoanálisis está más ligado al surrealismo que al mismo expresionismo, es inevitable dejar de ver la película como un sueño en el que los relatos de Francis constituyen el inconciente de alguien que finalmente estaba loco y que sin embargo, al momento de darnos cuenta de ello, no dejamos por eso de ver todo lúgubre, todo deformado, porque quizá nosotros tampoco sepamos si es un sueño o no lo que está pasando ya que vemos el mundo por instantes a través de sus ojos para darnos cuenta que es también necesaria la locura para entender que en esta onírico realidad sólo queda sentir y dejarse llevar.

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