miércoles, enero 06, 2010

Los veranos que perdí

Desde que era pequeña y hasta el día de hoy, el verano es la estación del año más esperada para mi. Salir a disfrutar de la sensación del sol iluminando tu cara; ver sonrisas que fluyen naturalmente cuando un haz de luz refleja sus labios, son estados emocionales que siempre me remitieron y remiten aún a momentos de alegría. Por otro lado, es imposible no relacionar cada verano infantil, con las vacaciones escolares y la oportunidad de ir a Ica a visitar a la familia y prepararnos física y mentalmente para una aventura nueva a lo Indiana Jones, ya sea en los caminos sinuosos de las chacras que recorría con mi hermana, o con un buen baño en la acequia yendo contra corriente como el salmón (hasta ahora), agarrándonos de un tronco para no irnos con todo ese ramaje que en un par de segundos desaparecía de nuestra vista.

A medida que fui creciendo, seguí amando el verano, es la época de un clima que me pone particularmente muy contenta. Sin embargo, algunos veranos también vinieron cargados de episodios tristes, de despedidas, de desencuentros, de añoranzas con olor a tierra mojada. Quiero creer y creo que cada recuerdo que me trae estos meses estivales, como el sabor de un nuevo helado, el descubrimiento de una nueva playa, el sabor de nuevos platillos marinos, así como el ir corriendo al malecón o a la orilla del mar gritando: "hey ya va a atardecer" - porque ver el sunset frente al mar es uno de mis pasatiempos favoritos, que me llena tanto espiritualmente, remeciendo mi corazón - son sensaciones que no pierdo, que recuerdo en cada momento que veo mi piel tostada y que se mantienen aquí, en mi memoria, llenándome de esa saudade do mar.





* Y akí una canción que me lleva de regreso a tantos veranos maravillosos que viví, como ese del 2002. Una pregunta sin respuesta: Could you be loved and be loved?