Recuerdo que en más de una oportunidad en mi etapa adolescente me tocó resolver esos tests donde te preguntaban respecto a cómo sería tu príncipe azul. En dicho interrogatorio al que uno se sometía en esas viejas revistas del corazón o en algún improvisado slam - sí, esos viejos cuadernos llenos de preguntas disparadas a quemarropa - no olvidaré jamás que una pregunta recurrente era: ¿cuál es para tí el lugar ideal para una cita perfecta? Las alternativas de respuesta eran de lo más variopintas, e iban desde la típica cena romántica a la luz de las velas, pasando por un paseo en el parque de diversiones - imaginando que debes contener las náuseas porque estás en plena caída libre de la montaña rusa al lado del chico que te gusta - y llegando finalmente a la opción que es objeto del post de hoy: en un concierto.
Siempre me gusto la música y mis gustos se fueron ampliando a medida que pasaban los años. Con esta nueva afición vino también el placer de disfrutar las melodías de mis cantantes o grupos favoritos en vivo y en directo, recalando el potente o suave eco - dependiendo el caso - de lo que tocaban en mis oídos. Con la música siento una comunión espiritual única que me ha ocasionado ser tildada de "posera" o epítetos semejantes en mi vano intento porque la gente me entienda. Creo, desde mi subjetiva percepción, que lo ideal es disfrutar un concierto de música con la gente que experimenta sensorialmente ésta, de manera similar a como lo hace uno.
Una canción de los Killers...un concierto que pronto estará x akí....y tú sabes q kiero ir contigo....sí, contigo.....Can you read my mind?



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